Únicamente en este plano puede obrar el hombre como uno de los Salvadores del mundo,
porque allí es uno con los “yos” de todos. Identificado con la humanidad una, su fuerza, su amor y su vida pueden dirigirse hacia cualquiera de los “yos” separados o hacia todos. Se ha convertido en fuerza espiritual y acrecienta la energía espiritual disponible en el sistema del mundo al añadir su propia vida. Las fuerzas que antes empleara en los mundos físico, astral y mental en busca de satisfacciones para su yo separado, se reúnen para un acto de sacrificio, y transformas así en energía espiritual, se difunden por todo el mundo como oleada de vida espiritual. Esta transformación se efectúa según el motivo que determina el plano en el cual se descarga la energía. Si el hombre tiene por motivo el logro de objetos físicos, la energía descargada opera sólo en el plano físico; si desea objetos astrales, descarga la energía en el plano astral; y si busca goces mentales, su energía funciona en el plano mental. Pero si se sacrifica para ser un canal de vida del Logos, descarga la energía en el plano espiritual, y esta energía opera en todos los lugares con potencia y sutilidad de fuerza espiritual. Para un hombre semejante, la acción y la inacción vienen a ser lo mismo. Ocupa con gozo el lugar que se le ofrece, porque el Logos es idéntico en todo lugar y en toda acción. Puede dirigirse hacia toda forma y en toda acción. Puede dirigirse hacia toda forma y obrar en todo sentido porque no conoce ni escoge ni diferencia. Por el sacrificio se ha hecho su vida una con la del Logos y ve a Dios en todo y todo en Dios. ¿Qué le importan los lugares o la forma, si el mismo es la vida consciente? “Nada tiene, y posee todas las cosas”; nada pide y el universo entra en él. Su vida es dichosa, porque es uno con su Señor bienaventurado; al utilizar la forma para el servicio sin sujetarse a ella, “pone fin al dolor”.
Annie Besant . La sabiduría antigua .