Según nos dice René Guénon, el ser ha de conseguir primero una unidad de pensamiento,
luego una unidad de acción, y –"lo que es más difícil"– una unidad de pensamiento y acción. La unidad de pensamiento la promueve la doctrina, el bautismo por las aguas (que corresponde a una primera fase del ascenso por el Arbol), la unidad de acción es el rito reiterado, del estudio y de la internalización de la doctrina, (incluyendo las adecuaciones que ella misma proyecta sobre la vida a través de una imagen del orden) expresados asimismo en el ordenamiento existencial de acuerdo a la unidad que se intuye, y expresado en indefinidas formas del rito, resumidas en la con–centración (lo que incluye una ascesis como disolución de lo compuesto o como separación de lo sutil y lo grosero). La conjunción de ambos es efectivización del conocimiento, producida por la irrupción de lo sagrado como es en sí mismo, lo que hace del individuo y sus condiciones un símbolo o discurso simbólico en acción: el mito permanente. Esto no quiere decir que el estudio, o la meditación, esté separado de la acción, que sea "previo" a ella; en realidad ese estudio es un rito, y las labores que lo acompañan, el trazado de los símbolos, los ejercicios de respiración, las asociaciones y analogías con otros códigos simbólicos, la observación de la exactitud de sus correspondencias, la meditación, es la imitación de un modelo arquetípico, o de un rito creacional, que se rebate en el espacio–tiempo individual, lo que por otra parte es lo que todos los pueblos tradicionales han hecho o hacen constantemente (pues no cabe otra perspectiva en su visión, habitando un mundo vivo que se recrea constantemente) con lo que conjugan permanentemente lo vertical y lo horizontal, y las energías de lo sagrado, del eje vertical, se expanden entonces en la horizontalidad de su espacio geográfico y en su tiempo histórico, remitiéndolos a su origen, atemporal, imagen del Principio inmanifestado, donde se establece la comunicación efectiva, directa o indirecta, con lo trascendente. Esta atemporalidad es la dimensión del mito: en la atemporalidad de la Creación el mito es actual y siempre presente y constituye el verdadero principio informador de todo cuanto se manifiesta, de todo cuanto ocurre, siendo lo que se encarna pues no hay nada que no esté incluido en él, hasta su propia trascendencia.
Jose Manuel Rio . ACERCAMIENTO A LA CABALA: Sobre el Arbol de la Vida Sefirótico .