Conviene advertir que este autor es eco fiel de la Iglesia, que igualmente anatematiza a

quien niega la existencia de Dios que la del diablo. Pero el marqués De Mirville lleva más allá las relaciones entre Dios y el diablo, considerándolas como una sociedad mercantil en que Dios accede resignadamente a cuanto el diablo le propone con miras de exclusivo provecho. Así parece inferirse del siguiente pasaje: “Al sobrevenir la irrupción espiritista de 1853, con tanta indiferencia mirada, nos atrevemos a decir que era síntoma amenazador de una catástrofe. Bien es verdad que el mundo está en paz, pero no todos los desastres tienen los mismos antecedentes, y presentimos el cumplimiento de la ley expresada por Goërres al decir que “estas misteriosas apariciones han precedido invariablemente a los castigos de Dios” (15). Estas escaramuzas entre los campeones del clero y la materialista Academia de Ciencias demuestran la poca eficacia de los esfuerzos de la docta corporación para desarraigar el fanatismo, aun de los mismos que presumen de cultos. La ciencia no ha vencido, ni siquiera ha refrenado a la teología, y tan sólo prevalecerá contra ella cuando reconozca en los fenómenos psíquicos algo más que alucinación y charlatanería. Pero ¿cómo lograrlo si no se los investiga? Si por ejemplo, hubiese padecido Oersted de psicofobia y receloso de que las gentes supersticiosas empleaban las agujas magnéticas para hablar con los espíritus, no se hubiera detenido a observar las variaciones de dichas agujas en sentido perpendicular a la corriente eléctrica que pasaba por un alambre colocado junto a ella, de seguro que no enriqueciera el sabio danés las ciencias experimentales con los principios referentes al electro-magnetismo. Babinet, Royer y Jobert de Lamballe son los tres miembros del Instituto que más se han distinguido, aunque sin lauro, en la contienda entre el escepticismo y el supernaturalismo. Babinet, el famoso astrónomo, se aventuró imprecavidamente en el campo de los fenómenos y quiso explicarlos científicamente; pero aferrado a la vana opinión, tan general en los científicos, de que las manifestaciones psíquicas no resistirían más allá de un año a un examen minucioso, cometió la imprudencia de exponerlo así en los artículos que, como acertadamente observa De Mirville, apenas llamaron la atención de sus colegas y en modo alguno la del público.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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