Por lo tanto, la mente que quiere escuchar, observar, ver o estar atenta, tiene que

hallarse, por necesidad, extraordinariamente quieta. No es posible que esa quietud se produzca con motivo de una conmoción interna o por encontrarse la mente absorta en una idea particular. Cuando un niño está absorto en un juguete, está muy quieto, jugando. Pero es el juguete lo que ha absorbido la mente del niño y ha hecho que permanezca quieto. Cuando se toma una droga o se hace cualquier cosa artificial, existe este sentimiento de haber sido absorbido por algo más grande; una pintura, una imagen, una utopía. La mente puede llegar a estar silenciosa sólo mediante la comprensión de todas las contradicciones, perversiones, condicionamientos, temores, distorsiones. Nos preguntamos si esos temores, desdichas, confusiones, pueden ser erradicados todos instantáneamente, de manera que la mente esté serena para observar, para penetrar en sí misma.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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