Se comprenderá mejor la evolución del alma, considerándola desde el punto en que la dejamos,

cuando el hombre-animal se hallaba en estado de recibir y recibió el alma embrionaria. Para evitar toda mala inteligencia posible, conviene explicar que desde este momento no existieron dos mónadas en el hombre, o sea la que había construido el tabernáculo humano y la que descendió a este tabernáculo, y cuyo aspecto inferior era el alma humana. Citando otro símil de H. P. Blavatsky, diremos que así como dos rayos de sol pueden pasar a través del agujero de un postigo y mezclarse formando uno solo, aun cundo eran dos, así sucede con estos rayos de Sol supremo, el divino señor de nuestro universo. Cuando el segundo rayo penetró en el tabernáculo humano, se confundió con el primero, añadiendo meramente al mismo nueva energía, y brilló, y a la mónada humana, ya como unidad, principió su gran tarea de desenvolver en el hombre los poderes superiores de aquella Vida divina de donde procedía.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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