Resulta irónico que el psicoanálisis no se fije en la vigilia, lo que consideramos la

vida real, porque la considera más irreal que los sueños. Los sueños son mucho más reales, porque, al estar profundamente dormido, no puedes distorsionarlos, porque la mente consciente está dormida y el inconsciente es libre de participar. Y el inconsciente es la verdadera mente, porque la mente consciente solo constituye una décima parte del total. Nueve décimas partes son la mente inconsciente, nueve veces más poderosa que la consciente. ¿Y qué haces cuando luchas contra la sexualidad, la ira, la codicia? Lo arrojas al inconsciente, a la oscuridad del sótano, pensando que al no verlas te estás librando de ellas. Pero no es así. El 99 por ciento de las personas religiosas se reprimen, y cuando se reprime hay algo que llega aún más profundo, que se convierte en parte del ser y empieza a afectar de una manera tan sutil que quizá no se tenga conciencia de ello. Tiene muchas artimañas; no sigue caminos directos, porque en ese caso lo reprimirías. Entonces actúa de una forma tan sutil, tan tortuosa, tan engañosa, enmascarada, que ni siquiera puedes reconocerlo como sexualidad. Incluso puede enmascararse como oración, amor, ritual religioso, pero si profundizas, si accedes a quedar al desnudo ante alguien que pueda observar y comprender el funcionamiento interno de tu mente, te sorprenderá comprobar que es la misma energía discurriendo por canales distintos. Tiene que discurrir por distintos canales, porque la energía nunca puede reprimirse. Debemos comprenderlo de una vez por todas: la energía jamás puede reprimirse. La energía puede transformarse, pero no reprimirse.

Osho . El libro del ego .

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