El viaje interno no es realmente un viaje. Cuando desaparecen todos los viajes —ningún sitio
al que ir, ningún interés en ir; has buscado en todas direcciones y todas las direcciones te han fallado—, en la absoluta desesperación, simplemente paras, te derrumbas. Pero ese mismo colapso es el momento de la transformación. No yendo a ningún sitio, estás en ello. No buscando nada, solo queda el buscador. No intentando captar nada, de pronto tomas conciencia del que capta. No estando interesado en ningún objeto —el dinero o la iluminación o Dios— solo hay subjetividad. Has vuelto a casa... y hay una gran risa, porque siempre has estado ahí. Se dice que cuando Bodhidharma se iluminó no dejó de reírse en siete años. Hay otra historia, en Japón, de un buda reidor, Hotei. Su única enseñanza era la risa. Iba de un lugar a otro, de un mercado a otro. Se ponía en medio del mercado y empezaba a reírse: ése era su sermón. Su risa era contagiosa, infecciosa; una risa real, todo su vientre palpitaba con la risa, se convulsionaba con la risa. Se revolcaba en el suelo de risa. La gente se acumulaba, empezaba a reírse, y entonces la risa se extendía, y había olas gigantes de risa, y todo el pueblo estaba sobrecogido por la risa. La gente solía esperar a que Hotei llegara a su pueblo, porque traía tanta alegría, tantas bendiciones. Nunca decía una sola palabra, nunca. Le preguntabas sobre Buda y se reía, le preguntabas sobre la iluminación y se reía, le preguntabas sobre la verdad y se reía. La risa era su único mensaje.
Osho . El Secreto de los Secretos: Charlas sobre el secreto de la Flor Dorada .