Padre mío, cuando llegue la hora, glorifica a tu hijo, para que tu hijo sea
glorificado, porque la gloria y el interés de la alabanza de nuestro padre y de nuestro maestro deben animarnos más que nuestra propia gloria, y ¡pobre de aquél que, en su pensamiento, en su amor o en sus obras se atribuya a sí mismo un solo instante, porque ese instante está tan perdido para él como para su maes- tro! Los tiempos anteriores se han sacrificado a la consumación de nuestra va- nidad; pero ha llegado la hora en que deben darse a conocer al mismo tiempo la fuerza del maestro, la debilidad del enemigo y la fidelidad del servidor.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .