La ciencia se enriquece de día en día con nuevos descubrimientos químicos, físicos, fisiológicos y
antropológicos. Los eruditos y doctos han de estar libres de toda preocupación y prejuicio; pero no obstante la libertad que actualmente disfrutan el pensamiento y las opiniones, los científicos no han modificdo su temperamenteo intelectual. Utópico es presumir que el hombre cambie por la evolución y desenvolvimiento de nuevas ideas. Podemos abonar un campo para que cada año dé más copiosos y sazonados frutos; pero si cavamos en lo hondo, encontraremos la misma clase de tierra que al abrir el primer surco. No hace todavía muchos años era anatematizado por hereje quien dudaba de los dogmas teológicos. La ciencia ha vencido Vae victis!... Pero el vencedor se atribuye a su vez la misma infalibilidad que develara en el vencido, si bien tampoco puede probar su derecho a ella. Tempora mutantur et nos mutamur in illis, dijo Lotario con apropiada aplicación a este caso. Sin embargo, nos creemos con algún derecho para interrogar a los pontífices de la ciencia. Durante muchos años hemos seguido de cerca la marcha del espiritismo moderno, familiarizándonos con sus dos literaturas, europea y norteamericana, presenciando sus interminables controversias y comparando sus contradictorias hipótesis. Muchos espiritistas disidentes, que quisieron profundizar las causas de los fenómenos, llegaron a la conclusión de que, ya fuese por ineptitud de los investigadores, ya por lo misterioso de las fuerzas actuantes, cuanto más frecuentes y diversas eran las manifestaciones psíquicas, más impenetrablemente oculta quedaba su causa.
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .