Apliquemos prácticamente estas ideas. En la actualidad atravesamos un período donde todas las corrientes de
pensa¬miento se desintegran; la vida religiosa de los pueblos ya no es lo que era, y los dogmas y doctrinas de todo tipo caen bajo el escalpelo de la crítica. Muchas formas antiguas del pen¬samiento científico se desintegran, y se conmueven los ci-mientos de las antiguas filosofías. El destino nos ha deparado uno de los períodos más difíciles de la historia mundial, ca¬racterizado por el derrumbe de las naciones, la ruptura de antiguas relaciones y vínculos y la evidentemente inminen¬te dislocación de la civilización. Sería un estimulo recordar que todo esto ocurre porque la vida de esas formas es tan pujante, que las considera una prisión y limitación; debe tenerse presente que este período de transición entraña la mayor promesa que jamás conociera el mundo. No hay lugar para el pesimismo ni la desesperación, sino para el máximo optimismo. Muchos se contrarían y afligen al ver sacudirse los cimientos, ante la amenaza de derrumbarse las tan cuidadosamente erigidas y profundamente queridas estructuras del pensamiento, creencias religiosas y los con¬ceptos filosóficos; no obstante, sentimos ansiedad porque la forma nos ha absorbido demasiado y también porque nos ocupamos en demasía de nuestra prisión, y si sobreviene la desintegración, es sólo para que la vida construya para sí nuevas formas y pueda evolucionar. Tanto la tarea del des¬tructor como la del constructor constituyen el trabajo de Dios, y el gran dios de la destrucción debe aplastar y destruir formas, a fin de facilitar el trabajo del constructor para que el espíritu pueda expresarse más adecuadamente.
Alice A. Bailey . La Conciencia del Átomo .