Ese vocablo, quiblah, lleva implícito el sentido de 'volverse hacia', o sea de algo que

está frente a frente y en el que un término de la confrontación se conjuga o se absorbe en el otro que dará un nuevo ser, en una unión que es el comienzo de la generación espiritual. Lo que, como nos dice R. Guénon, es el verdadero sentido de la "conversión", y no el de cambiar a una u otra de las formas tradicionales, que es otra cosa que no tiene nada que ver. Esto mismo se ha heredado de la Tradición y conviene hacer memoria de ello para valorar lo que es un Mensaje, y cómo opera un Mensaje, del que todos los pueblos han dispuesto, en la forma que les ha correspondido según la Tradición Unánime y que hoy se percibe, para el que comienza, como algo apenas incipiente, vago, en un medio que es la multiplicidad en acción y ponerse un poco en el lugar de aquellos habitantes de un pueblo tradicional, que reciben junto con la vida y la existencia la herencia espiritual de sus antecesores, donde entonces la puerta de los hombres y la puerta de los dioses se conjugan, no son opuestas, están verdaderamente en el eje, porque se recibe del padre o del maestro no sólo la vida sino el conocimiento, o la invitación o participación al conocimiento, que realice efectivamente el recipiendario más o menos que otros de sus familiares o de sus coetáneos, participando todos en el hecho común y unitario de la actualidad de lo sagrado, que en verdad es lo que otorga realidad a todo, de tal modo que la existencia de ese pueblo, o de ese ser humano, no es otra cosa que la continua recreación de esa Realidad, por la cual, gracias a su existencia como rito, como hacer y ser sagrado, esas influencias espirituales que son los Nombres divinos, o los Aspectos divinos, descienden al vacío, a la receptividad del corazón de todos y cada uno de aquellos que conforman ese pueblo, y al propio Centro o Tabernáculo, que es el corazón del templo (y el corazón de cada cual), el que recibe la Shekinah, la presencia divina, que nos dice la Cábala es la síntesis del Arbol Sefirótico, la que acompaña al pueblo que está en exilio –en este caso Israel es el símbolo del que ha perdido su patria celeste–, y se dice sufre con él y es la intermediaria de esas influencias espirituales que se comunican al pueblo o al individuo, las que corresponden a su rito, a su gesto y orientación permanente.

Jose Manuel Rio . ACERCAMIENTO A LA CABALA: Sobre el Arbol de la Vida Sefirótico .

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