¿Es verdad que sólo el puro puede real¬mente vivir sin miedo? No tenga ideales de
pureza, de castidad, de fraternidad, de no violencia y todas esas cosas, porque no tienen sentido. No trate de ser valiente, porque ésa es meramente una reacción al miedo. Para vivir sin miedo se requiere un discernimiento inmenso, una comprensión de todo el proceso del miedo y de su causa. Vea, el miedo existe mientras usted quiere sentirse seguro seguro en su matrimonio, seguro en su empleo, seguro en sus ideas, en sus creencias, seguro en su relación con el mundo o en su relación con Dios. El movimiento de la mente que busca seguridad o gratifica¬ción, está atado al temor; y lo esencial es darse cuenta de este proceso y comprenderlo. No es una cuestión de la llamada pureza. La mente alerta, observadora, libre de temor, es una mente inocente; y es sólo una mente inocen¬te la que puede comprender la realidad, la verdad, la que puede comprender a Dios. Infortunadamente, en este país como en cualquier otra parte, los ideales han asumido una importancia extraordinaria siendo el ideal lo que debería ser; yo debería ser no violento, debería ser bueno, etc. El ideal, lo que debería ser, siempre se encuentra muy lejos en alguna parte; por lo tanto, no es. Los ideales son una calamidad porque nos impiden pensar directamente, sencillamente, con la ver¬dad, cuando nos enfrentamos a los hechos. El ideal, lo que ¬debería ser, es un modo de escapar de lo que es. Lo que es, es el hecho que lo atemoriza usted tiene miedo de lo que dirán sus padres, de lo que pueda pensar la gente, lo asustan la sociedad, la enfermedad, la inserte; y si afronta lo que es, si lo mira, si profundiza en ello (cualesquiera que sean las consecuencias para su persona), y lo comprende, entonces encontrará que su mente se vuelve extraordina¬riamente sencilla, clara; y en esa claridad misma está la cesación del temor. Por desgracia, se nos educa en todos los absurdos filosóficos de los ideales, que son un mero aplazamiento; carecen en absoluto de toda validez. Ustedes tienen, por ejemplo, el ideal de la no violencia; pero, ¿son no violentos? ¿Por qué, entonces, no se enfren¬tan a la violencia, por qué no miran lo que son? Si observan su propia codicia, su ambición, sus placeres y distracciones, y comienzan a comprender todo eso, descu-brirán que el tiempo como un medio para progresar, como un medio de lograr el ideal, se ha terminado. Vea, la mente inventa el tiempo para alcanzar en él lo que desea; por tanto, jamás está quieta, silenciosa. Una mente silenciosa es inocente, lozana, aunque pueda haber tenido mil ayeres de experiencias, y por eso es capaz de resolver las dificul¬tades de su propia existencia en la relación.
Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .