Contempla como Migmar, cubriendo su «Ojo» con su velo carmesí, pasa majestuosamente acariciando la tierra

adormecida. Observa el aura ardiente de la «Mano» de Lhagpa extendida en señal de amorosa protección sobre la cabeza de sus ascetas. Ambos son ahora servidores de Nyima, o dejados en su ausencia como centinelas silenciosos durante la noche. Uno y otro fueron, sin embargo, en pasado Kalpas, Nyimas resplandecientes, y podrán en «días» venideros convertirse de nuevo en dos soles. Tales son las caídas y los encumbramientos de la ley kármica en la naturaleza.

H.P. Blavatsky . La voz del silencio .

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