Sí, libertador Divino y exclusivo de los hombres esclavizados, era preciso que te transfigurases para

que se extendiesen los tesoros Divinos delante de nuestra vista y la llenasen con su fulgor inmortal. Sin ti no hubiésemos sabido qué era nuestro origen, qué era la obra, qué era la caridad y qué era la fontana de vida. ¡Bendito seas por siempre, por todas las generaciones y en todos los siglos! Que todas las voces celebren al reparador universal, cordero sin man- cha interior ni exterior, cuya naturaleza vive de la vida misma, el que ha abierto para todos nosotros los canales de las dos alianzas, los únicos medios por los que podíamos recuperar la explicación de nuestro ser.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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