Pero los hombres no son los unos para los otros ni signos de consuelo ni

signos de enmienda, sino que incluso hacen todos lo que pueden para borrar de entre ellos estos testimonios de su extravio y estos signos de su miseria, que deberían enseñarse reciprocamente, por lo que no se han convertido, los unos para los otros, mas que en realidades activas de imprudencia, de orgullo impío, de iniquidad y de corrupción pestilente.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice