El hombre nuevo estará siempre tan pendiente de su obra que podrá hacer que todo

su ser vuelva a sus elementos primitivos, trabajando sin descanso para realizar lo que dicen los profetas: yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Es decir, actuando de tal manera que cada parte de su ser manifieste de forma activa la santidad de Dios y diga santo, santo, santo, como hemos visto antes, ya que ésa era la verdadera propiedad que nos descubría el análisis divino de nuestro ser. Digamos finalmente que todos los puntos de este ser que hay en nosotros deberían estar movidos por las consciencias vivas y progresivas de las diversas regiones del espíritu, por las que podemos y debemos pasar, hasta que estemos universalmente llenos de la consciencia Divina. Además, si llega- se a este feliz término el ser interior del hombre nuevo, ¿qué males físicos podrían resistir a su poder en su cuerpo? ¿Y no podría decir con toda seguri- dad a todo lo que esté paralítico en él: levántate, yo te lo mando, coge tu camilla y vete a tu casa?.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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