Desde este momento, nos encontramos con el compromiso de vigilar con cuidado la construcción espiritual

que se nos ha confiado, construcción que debe sernos tanto más atractiva cuanto más encontremos en nosotros mismos todos sus materiales y, bajo la inspección del que nos ha hecho este anuncio y con su ayuda, podamos llegar a ser, al mismo tiempo, el arquitecto, el templo y el sacerdote por quien será honrado en él el fundador Divino. Debemos, como un artista meticuloso y agradecido, poner en todas las partes de nuestro edificio el nombre del que nos ha encomendado el trabajo, sin olvidar un solo instante que este nombre sagrado, inscrito en la piedra angular, es también el que debe acompañar todos los crecimientos que va a tomar la iglesia en nosotros, marcar las decoraciones exteriores e interiores, regular las divisiones del templo, fijar sus horizontes y determinar todos los detalles del culto que se debe celebrar allí eternamente.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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