¿Por qué nos gusta ser perezosos? ¿Qué hay de malo con la pereza? ¿Qué hay

de malo en sentarse tranquilamente y escuchar un sonido distante que se aproxima más y más? ¿O en permanecer en la cama una mañana observando a los pájaros en un árbol cercano, o una hoja aislada de las demás que danza en la brisa cuando todas las otras están muy quietas? ¿Qué hay de malo en eso? Condenamos la pereza porque pensamos que está mal ser perezoso; averigüemos, pues, qué entendemos por pereza. Si usted se siente bien y, no obstante, permanece en la cama después de cierta hora, algunas personas pueden calificarlo de perezoso. Si no quiere jugar o estudiar porque le falta energía, o por otras razones de salud, eso también puede ser tildado de pereza por alguien. Pero, ¿qué es realmente la pereza? Cuando la mente no está atenta a sus reacciones, a sus propios movimientos sutiles, una mente así es perezosa ignorante. Si usted no puede aprobar sus exámenes, si no ha leído muchos libros y tiene muy poca información, eso no es ignorancia. La verdadera ignorancia es no conocernos a nosotros mismos, no percibir cómo trabaja nuestra mente, cuáles son nuestros motivos, nuestras respuestas. De igual manera, hay pereza cuando la mente está dormida. Y las mentes de casi todos nosotros están dormidas. Estamos narcotizados por el conocimiento, por las Escrituras, por lo que Shankara o algún otro han dicho. Seguimos una filosofía, practicamos una disciplina, y así nuestras mentes que deberían ser ricas, plenas, desbordantes como el río- se limitan, se embotan, se fatigan. Una mente así es perezosa. Y una mente que es ambiciosa, que persigue un resultado, no está activa en el verdadero sentido de la palabra; aunque pueda estar superficialmente activa, impulsándose, trabajando todo el día para conseguir lo que quiere, por debajo está agobiada por la desesperación, por la frustración. Tenemos, pues, que estar muy atentos para descubrir si somos realmente perezosos. Si la gente le dice que es usted perezoso, no lo acepte. Descubra por sí mismo qué es la pereza. Un hombre que meramente acepta, rechaza o imita, un hombre que, estando asustado, cava para sí un pequeño surco, un hombre así es perezoso y, por lo tanto, su mente se deteriora, se desmoraliza por completo. Pero un hombre atento, alerta, no es perezoso aun cuando pueda con frecuencia sentarse quietamente y observar los árboles, los pájaros, las personas, las estrellas y el río silencioso.

Jiddu Krishnamurti . El Proposito de la Educacion .

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