La muerte es inevitable, y todos los organismos tienen que morir. Pero tememos abandonar el

pasado. Somos el pasado, somos el tiempo, el dolor y la desesperación, con una percepción ocasional de belleza, un florecimiento de bondad o de ternura como algo pasajero, no perdurable. Y como tenemos miedo a la muerte, decimos: ¿volveré a vivir?, lo cual implica continuar la lucha, el conflicto, la desdicha, la posesión de cosas, la experiencia acumulada. Todo el Oriente cree en la reencarnación. Deseamos ver reencarnar aquello que somos, pero somos toda esta confusión, este desorden, este enredo. La reencarnación implica también que volveremos a nacer en otra vida; por lo tanto, importa lo que hagamos hoy, y no cómo vamos a vivir cuando renazcamos en nuestra próxima vida, si es que existe tal cosa. Si vamos a nacer de nuevo, lo que importa es cómo vivimos hoy, porque el hoy es lo que va a sembrar la semilla de la belleza o la semilla del dolor. Pero aquellos que creen tan fervientemente en la reencarnación no saben cómo comportarse; y si estuvieran interesados en su comportamiento, entonces no les preocuparía el mañana, porque la bondad está en la atención que prestemos hoy.

Jiddu Krishnamurti . El vuelo del águila .

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