La vida es un proceso eterno de devenir y terminar. Este gran país aún no

se había sofisticado en aquellos días; aun no había alcanzado este terrible avance tecnológico, y no había demasiada vulgaridad como la que ahora existe. Sentado en los escalones de esa cabaña, uno observaba, y todo estaba activo los árboles, las hormigas, los conejos, el venado y la ardilla. La vida es acción. La vida es una serie continua, incesante de acciones hasta que uno muere. La acción que nace del deseo está deformada, es limitada; y esta acción limitada, no importa lo que uno haga, tiene que dar origen a un conflicto interminable. Toda cosa que es limitada debe engendrar, por su misma naturaleza, muchos problemas, muchas crisis. Es como un hombre, como un ser humano que está todo el tiempo pensando en sí mismo, en sus problemas, en sus experiencias, en sus alegrías y placeres, en sus negocios completamente egocéntrico. La actividad de una persona así es, naturalmente, muy limitada. Uno nunca se da cuenta de la limitación que tiene esta condición egocéntrica. La gente llama a esto realizarse, expresarse uno a sí mismo, lograr el éxito, perseguir el placer y llegar a ser algo internamente el impulso, el deseo de ser. Toda una actividad semejante no sólo tiene que ser una actividad limitada y distorsionada, sino que en sus sucesivas acciones, cualquiera que sea la dirección de las mismas, debe por fuerza engendrar fragmentación, tal como se ve que ocurre en este mundo. El deseo es muy fuerte; los monjes y los sanyasis han tratado de reprimirlo, han tratado de identificar esa llama ardiente con algunos símbolos nobles o con alguna imagen identificando el deseo con algo más grande- pero eso sigue siendo deseo. Cualquier acción que surge del deseo, se llame noble o innoble, sigue estando limitada, distorsionada.

Jiddu Krishnamurti . El Último Diario .

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