Hemos visto que la meta para el átomo de la sustancia es la autoconsciencia, y
que para la entidad que está evolu¬cionando a través de un planeta, la meta puede ser la conciencia de Dios. Pero, lógicamente, al considerar al Logos solar fallan las palabras; sin embargo, para Él también debe haber una meta, que bien podríamos denominar Conciencia Absoluta. Daré un ejemplo: se dice que nuestro cuerpo está constituido por multitud de pequeñas vidas, células o áto¬mos, poseyendo cada uno su propia conciencia individual o autoconsciencia. La conciencia del cuerpo físico, considerado en conjunto, podría ser, desde el punto de vista del átomo, como su conciencia grupal. Después tenemos la conciencia del hombre, el pensador, que energetiza al cuerpo, lo maneja a voluntad, y es para el átomo de su cuerpo, análogamente a lo que denominamos conciencia de Dios. Nuestro conocimiento autoconsciente se halla tan lejos del átomo, como la conciencia del Logos solar está de la nuestra. Para el átomo del cuerpo humano, esa conciencia del Logos solar, ¿no podría ser la denominada Conciencia Absoluta? Esta idea puede extenderse al átomo humano y al átomo plane¬tario, de modo que el Logos solar tiende a una conciencia más allá de la propia, análoga a la que se extiende entre nuestro átomo y el de Él. Aquí se nos abre una maravillosa perspectiva sumamente alentadora, porque si estudiamos la célula del cuerpo físico y consideramos la enorme distancia recorrida entre su conciencia y la humana, tenemos la pro¬mesa y la esperanza de una futura realización y el incentivo para perseverar en nuestro esfuerzo.
Alice A. Bailey . La Conciencia del Átomo .