Piensa que aquí no estás nada más que en el desierto. Piensa que todavía estás

entre feroces leones; piensa que estás suspendida, como pendiente de un hilo, por encima del abismo, piensa que estás aquí para gemir, para entrar en acción, y no para disfrutar. Por tanto, manten la guardia incluso contra las delicias de estas influencias divinas que, por ser demasiado prematuras, podrían confundirte en cuanto a tu labor, si las escuchases durante mucho tiempo y con demasiada complacencia. Es mejor que las moderes con tu sensación de enfermedad; mantente siempre en condiciones de sacrificarte en ellas, para prepararte mejor para recibirlas algún día, de un modo que no te represente ningún peligro y te resulte completamente provechoso. Recíbelas, finalmente, con una alegría mezclada de temor y estremecimiento, por si tuvieses la desgracia de no poder protegerlas por completo de los peligros que amenazan a todos los tesoros sagrados que bajan a este bajo mundo. No te preocupes nada más que de hacer que lleguen a su término sin accidente y sin avería y no dediques al disfrute de tus propias satisfacciones el tiempo que debes emplear en el progreso de la obra de tu maestro y en la vigilancia de los depredadores de sus riquezas.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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