Todas las religiones antiguas tuvieron el mismo concepto de la trinidad en la unidad simbolizada

en los tres Dejotas de la Trimurti inda y en las tres cabezas de la cábala judía esculpidas una en otra y encima una de otra (71). La Trinidad de los egipcios y la de los griegos simbolizaban análogamente la emanación primaria y trina con sus dos principios: masculino y femenino. La unión del Logos (sabiduría, principio masculino, Dios manifestado) con el Aura (principio femenino, Anima mundi, Espíritu Santo, Sefira de los cabalistas y Sofía de los agnósticos) engendra todas las cosas visibles e invisibles. La verdadera interpretación metafísica de este dogma universal quedó reservada en el recinto de los santuarios; pero los griegos la personificaron en poéticos mitos. En las Dionysíacas de Nonnus aparece Baco enamorado de la suave y juguetona brisa Aura Plácida (Espíritu Santo o céfiro plácido). A este propósito dice Higgins: “El céfiro plácido dio origen a dos santos del calendario compuesto por los ignorantes Padres de la Iglesia: Santa Aura y San Plácido, con añadidura de convertir al jovial dios en San Baco, cuyo sepulcro y reliquias se enseñan todavía en Roma. La fiesta de San Aura y San Plácido se celebra el 5 de Octubre, poco antes de la de San Baco” (72). Mucho más sublime y poético es el espíritu religioso del mito escandinavo. En el insondable abismo del mundo (Ginnungagap) luchan con ciega y rabiosa furia la materia cósmica y las fuerzas primarias, cuando el Dios inmanifestado envía el benéfico soplo del deshielo desde la ígnea esfera del empíreo (Muspellheim), entre cuyos refulgentes rayos mora mucho más allá de los límites del mundo. El alma del Invisible, el Espíritu flotante sobre las negras aguas del abismo, hace surgir del caos el orden y después de dar el impulso a la creación toda, queda la CAUSA PRIMERA instatu abscondito (73).

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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