Todas las demás substancias que sean testigos de tu sacrificio estarán asombradas y, lo mismo

que el centurión y los que estaban con él para guardar el cuerpo del reparador, dirán: Este hombre era verdaderamente el hijo de Dios. Pues, después de ver el temblor de tierra y todo lo que ocurra en ti, serán presa del pánico. No hay una parte de ti mismo que no deba sentir ese pánico a la vista de los prodigios que se producirán en tu suplicio y que no deba decir: Este hombre era verdaderamente el hijo de Dios, porque, tras la prevaricación, no ha habido ni una porción de ti mismo que no haya tenido una orgullosa seguridad y que no se haya negado a reconocer a Dios como tu padre.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice