Pero veamos cuál es la razón de que esta actuación del espíritu constituya la verdadera

iglesia. Es que es la palabra eterna la que se graba a sí misma en la piedra angular que elige, lo mismo que el reparador grababa su propia palabra en el alma de San Pedro, a quien hablaba cara a cara. Sin la impresión de esta palabra divina en nuestra alma, la iglesia no se eleva, lo mismo que vemos que, en el orden temporal, los edificios que se proponen construir los reyes no empiezan a levantarse hasta que, después de destinarlos a un uso, se inscribe el nombre del fundador en la primera piedra, que se considera puesta por él mismo.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice