También quiero hablar sobre el afecto, porque me parece que no sabéis cuánta fuerza, cuánta

vitalidad infunde el verdadero y equiponderado afecto. Digo equiponderado, porque generalmente observaréis que las personas de intensos sentimientos de afecto, carecen de fortaleza, de gobierno y de equilibrio. Sus sentimientos son como el agua que si desconsideradamente se vierte, inunda y anega sin duradera eficacia. Por esto habéis de tener equilibrio. Si vuestros afectos están bien equilibrados, sin sentimentalismo ni extremada efusión, sino con el eterno amor, entonces empezaréis a perder el separado yo. Cada uno de vosotros debe haber sentido aquel afecto expansivo y siempre creciente, y cada vez más y más amplio, de suerte que no sólo améis a unos cuantos de vuestra especial predilección sino a todos cuantos con vosotros se relacionen. Este afecto pone en olvido, aniquila el yo inferior que es la raíz de toda la aflicción. Por esto, quien no siente este inmenso amor es egoísta, parlanchín, entremetido, chismoso y hace todas estas ruindades que ni soñaría un gran hombre, un verdadero dios. Desde el momento en que os olvidéis de vosotros mismos e identifiquéis vuestro verdadero Yo con el gran Yo del mundo, entonces viviréis en este Reino y desearéis que el mundo entero vaya a vivir con vosotros. Actualmente puede decirse respecto de cada uno de vosotros que estáis haciendo una febril tentativa y no que hayáis realizado una hazaña. Estáis todavía luchando y luchando, pero no habéis triunfado.

Jiddu Krishnamurti . El Reino de la Felicidad .

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