No hay necesidad de que desarrollemos ni prolonguemos las diversas observaciones relativas a la ideología
y la situación del homo faber en los siglos xix y xx. Queríamos simplemente demostrar que es en su fe en la ciencia experimental y en sus grandiosos progresos industriales donde hemos de buscar la continuación de los sueños alquímicos. La alquimia ha legado al mundo moderno mucho más que una química rudimentaria: le ha transmitido su fe en la transmutación de la Naturaleza y su ambición de dominar al tiempo. Es cierto que esta herencia ha sido comprendida y hecha realidad por el hombre moderno en un terreno totalmente distinto del que sustentaba al alquimista. El alquimista seguía prolongando el comportamiento del hombre arcaico,'para el cual la Naturaleza era una fuente de hierofanías y el trabajo un rito. Pero la ciencia moderna sólo ha podido constituirse desacralizando a la Naturaleza: los fenómenos científicos válidos no se revelan sino al precio de la desaparición de las hierofanías. Las sociedades industriales no tenían nada que hacer con un trabajo litúrgico, solidario de los ritos de oficio. Esta clase de trabajo era inutilizable en una fábrica, aunque no fuera más que por falta de una iniciación posible, de una «tradición» industrial.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .