El hombre ordinario aun desperdicia sus fuerzas en gran manera en otro sentido: argumenta sin

necesidad. Le es imposible tener una opinión religiosa o política o relativa a la vida ordinaria sin ser dominado por un deseo irresistible de participárselo a todos; parece incapaz de comprender que la opinión de los demás no le atañe y que las autoridades que gobiernan el mundo no le han encargado que las pregonase y asegurase la uniformidad de ideas y costumbres.

C. W. Leadbeater . El Pensamiento su Poder Y Su Empleo .

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