Ora aquí, ora allí, estos rayos la iluminan, de igual modo que a través del
espeso follaje de la selva los rayos del sol alumbran la tierra. Pero, a menos de ser pasiva la carne, fría la cabeza, y el alma tan firme y pura como deslumbrador diamante, sus irradiaciones no llegarán a la cámara, sus rayos no calentarán el corazón, ni los místicos sonidos de las alturas Akásicas llegarán al oído del discípulo, a pesar de todo su entusiasmo, en el grado inicial.
H.P. Blavatsky . La voz del silencio .