Algunas veces, es cierto, después de pasar muchos días en esta situación desoladora, se nos
permite el ligero alivio de ver a algunos de nuestros allega- dos y de nuestros amigos; pero sólo por un instante. Después, se nos mete de nuevo en nuestra afrentosa soledad. Por fin, algunas veces, después de estas pruebas crueles, se nos abren las puertas de la prisión y se nos pone en liber- tad. ¡Pero qué pocos son los que ven brillar por fin el día de la liberación! ¡Cuántos, por el contrario, ven que se multiplican sus hierros y están condena- dos a no conocer jamás el mínimo alivio! ¡Cuántos hay que tienen que pasar sus días en los calabozos, sin que haya ningún intervalo entre los horrores de su prisión y los horrores de su tumbal.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .