Por tanto, no debemos ser continuamente otra cosa más que el efecto real de estos
tres actos y la diferencia que hay entre Dios y nosotros está en que él es un Dios que piensa, un Dios que habla y un Dios que hace, mientras nosotros somos un Dios pensado, un Dios hablado y un Dios hecho, y esas son las maravillosas fuerzas, luces y virtudes destinadas a alimentar nuestro ser. Estos son, en resumen, los tesoros prometidos a nuestra alma, pues ya hemos anunciado antes que la divinidad debía pasar por completo a través de nosotros, para poder expandirse hasta el amigo fiel que espera de nosotros este alimento divino y para que, tanto por dentro como por fuera, podamos cumplir los planes originales de nuestro principio.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .