Lo que me gustaría decirte es que debes reconocer tu condición especial. No hay necesidad

de esforzarte por encontrarla porque ya la tienes. Solamente tienes que reconocerla, adentrarte en tu ser y sentirla. Nadie tiene unas huellas dactilares como las tuyas. Nadie tiene unos ojos como los tuyos, ni una voz como la tuya, ni una fragancia como la tuya. Eres excepcional. No existe un doble de ti en ninguna parte. Incluso dos gemelos son diferentes; por mucho que se parezcan, son distintos. Siguen caminos distintos, se desarrollan de modos distintos, su individualidad es distinta. Es fundamental reconocer esto. Me preguntas: «¿Cómo puedo dejar de querer ser tan especial?». Presta atención al simple hecho, adéntrate en tu ser, mira, y se desvanecerán los esfuerzos para ser especial. Cuando sepas que eres especial, se acabarán tus esfuerzos. Si quieres que te proporcione una técnica para que dejes de ser especial, esa técnica solo contribuirá a trastornar las cosas. Intentarás otra vez hacer algo, transformarte en algo. Al principio intentabas ser especial, y después intentas no ser especial, pero siempre estás intentando, intentando algo, mejorar en un sentido u otro, sin aceptar jamás el tú que tú eres. Lo que quiero transmitirte es lo siguiente: acepta el tú que eres, porque Dios lo acepta. Dios lo respeta, pero tú aún no respetas tu propio ser. Deberías ser inmensamente feliz por el hecho de que Dios haya decidido que tú seas, que haya decidido que existas, que veas este mundo, que escuches su música, que veas sus estrellas, que veas a sus gentes —amar y ser amado—... ¿qué más quieres? ¡Alégrate! Insisto: ¡Alégrate! Y poco a poco, esa alegría estallará en ti y comprenderás que eres especial. Pero has de recordar que eso no supone que seas especial respecto a los demás. Por el contrario, comprenderás que todo el mundo es especial, que lo normal y corriente no existe. Tal es el criterio: si piensas «soy especial», más especial que ese hombre, que aquella mujer, todavía no lo habrás comprendido. Es el juego del ego. Sí, especial, pero no en términos de comparación; especial, pero sin comparación con nadie, especial tal y como tú eres.

Osho . El libro del ego .

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