Todos los estudiantes de religiones comparadas, leyendas y demás relaciones convienen en que el hombre

primtivo, al comenzar a observar y analizar los fenómenos naturales que le rodeaban, los atribuía a seres semejantes a sí mismo, en naturaleza y tipo, pero con poderes muy superiores. Y, como no podía verles, los llamaban "invisibles" y, como tampoco podía ver su propia mente durante la vida, ni el clima de sus amigos muertos, deducía que los seres que producían esos fenómenos naturales debían ser de la misma naturaleza que la invisible, pero activa y operante, mente y alma propias. Ahora bien: tal como los antropólogos exponen estas ideas suena mal, pero esto se debe a que, al traducir esas ideas de los salvajes, han empleado palabras que despiertan asociaciones un tanto crudas y groseras. Por ejemplo, la traducción literal de una de las principales escrituras chinas se refiere al venerable filósofo Lao Tseu, denominándolo "El Viejo Muchacho". Esto suena un tanto cómico a los oídos europeos; y, sin embargo, no está tan distante de las palabras de otra escritura occidental que ha tenido una traducción mucho más afortunada en manos de aquellos que la reverenciaban: "A menos que os convirtáis en un pequeño niño...". No somos sinólogos, pero creemos que si en ambos casos se hubiese traducido la idea de "Niño Eterno", las palabras habrían sido, a la vez que más precisas y adecuadas, de mucho mejor gusto.

Dion Fortune . La Cabala Mistica .

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