Si el consejo celeste ha de deliberar hasta en nuestro propio seno, de ello sale
para nosotros una ley poderosa que lleva en sí la impronta de un terror sano. No deberíamos permitirnos un acto ni un movimiento que no fuese conse- cuencia de una deliberación de este consejo celeste que el mismo Dios no teme en absoluto tener en nuestra alma. De esta forma, nuestras obras no deberían ser más que la realización viva y efectiva de un decreto Divino pronunciado en nosotros, lo mismo que nuestra existencia espiritual es la realización continua del nombre sagrado que nos ha producido y nos produce continuamente.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .