Veámonos, pues, aquí abajo, como en un lugar de preparación en el que se nos
pide que devolvamos a nuestras facultades las disposiciones que le son completamente necesarias para que se las pueda utilizar en la obra. Trabajemos sin descanso para que la unidad de nuestra fe sea capaz de mover las montañas, para que la unidad de nuestro desprendimiento se haga insensible a las privaciones, para que la unidad de nuestra caridad nos ponga en condiciones de arder y de dar nuestra vida por nuestros hermanos, para que la unidad de nuestra valentía nos dé los medios de subyugar todo lo que es materia, lucha en la que tenemos tan buen papel, ya que la materia es indiferente y toma todas las formas que queramos darle. Finalmente, pongamos en práctica continuamente todas las unidades de nuestras virtudes y de nuestros dones espirituales y no dudemos que, cuando hayan alcanzado una medida aprobada por la sabiduría, recibirán de su mano el complemento de que sean capaces.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .