Esto no debe tomarse en el sentido de que se repelan los cuerpos de propiedades

contrarias, sino tan sólo los que están juntos y son de naturaleza antagónica. Las investigaciones de Bart y Schweigger han disipado las dudas que pudieran caber acerca de si los antiguos conocían debidamente la atracción del hierro por el imán, así como las modalidades positiva y negativa de la electricidad, aunque dieran a todo ello distintos nombres. Entre los antiguos era opinión general que los planetas estaban relacionados magnéticamente, porque todos son imanes, y así, no sólo llamaban piedras magnéticas a los aerolitos, sino que se valían de ellos en los Misterios para los mismos usos en que nosotros empleamos hoy el imán. A este propósito dice Mayer: “La tierra es un enorme imán y todo súbito trastorno de la superficie del sol altera profundamente el equilibrio magnético de la tierra, ocasionando el temblor de las brújulas de los observatorios con luces polares cuyas vaporosas llamas parecen danzar al compás de la inquieta aguja” (66). Cuando esto enseñaba Mayer, no hacía más que repetir en inglés lo que se enseñó en lengua dórica muchos siglos antes de nacer el primer filósofo cristiano.

H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .

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