Aparte de la lobreguez del lugar y de las compañías abyectas que encuentra, el hombre
mismo es allí el creador inmediato de su propia miseria. Como no experimenta otro cambio que la pérdida de su velo corporal, manifiesta sus pasiones con toda su fealdad original y su brutal desnudez. Llenos de apetitos feroces e insaciables, inflamados de venganza, odio y concupiscencias que no pueden satisfacer, por falta de órganos, las almas vagan furiosas y ávidas a través de aquél lúgubre ambiente.
Annie Besant . La sabiduría antigua .