Pero este hombre nuevo debe multiplicar y variar su acción y su palabra un número

incalculable de veces, dependiendo de las diferentes regeneraciones que tiene que realizar en sí mismo. Por tanto, tan pronto se muestra rodeado de gloria y de poder para llenar a los pueblos de admiración por su nombre y por la grandeza de sus obras, como se pinta como víctima dedicada a la salvación del pueblo y como un ser de reprobación expuesto a todos los insultos y a todos los desprecios de sus enemigos. Otras veces se pinta como el amigo, el sabio instructor de sus hermanos, a los que distribuye los diversos preceptos que les convienen para guiarse en la carrera, y. en otras ocasiones, se presenta como hombre de dolor e incluso como hombre de pecado, empleando sin descanso lágrimas y suspiros para inspirar misericordia.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

Índice