Esta reducción alquímica a la prima materia es susceptible de innumerables interpretaciones y homologaciones; particularmente
puede ser considerada como una regresión al estado prenatal, un regressus ai uterum. El simbolismo seminal figura, por ejemplo, en un codex estudiado por Carbonelli, en el que se dice que antes de utilizar el oro en la opus «es necesario reducirle a esperma»6. El vas mirabile, en el cual residía todo el secreto alquímico, según proclamaba María la Profetisa, «es una especie de matrix o uterus del cual ha de nacer el filius philosophonim, la Piedra milagrosa» (Jung, Psychologie und Alchemie, p. 325). «El vaso es semejante a la obra de Dios en el vaso de la divina germinación», escribe Dorn7. Según Paracelso, «el que quiere entrar en el Reino de Dios debe entrar primero con su cuerpo en su madre y morir allí». De nuevo según Paracelso, el mundo entero debe «entrar en su madre», que representa la prima materia, la massa confusa, el abyssus, para poder alcanzar la eternidad 8. Para John Pordage, el Baño María es «el lugar, la matrix y el centro de donde el tinte divino fluye como de su fuente v origen»9. En los versos publicados como apéndice al Opus Mago-Cabbalisticum et Theosophicum (1735), de Georg von Welling, se puede leer: «No puedo alcanzar el Reino de los Cielos si no nazco por segunda vez. Por eso deseo volver al seno de mi madre, para ser regenerado, y es lo que haré muy pronto.» 10 El regressus ad uterum aparece representado a veces en forma de un incesto con la Madre. Michael Maier señala que «Delphinas, un filósofo desconocido, habla con mucha claridad, en su tratado Secretus Maximus, de la Madre, que debe por necesidad natural unirse a su hijo» (cum filio ex necessítate naturae conjungenda) n. Pero es evidente que la «Madre» simboliza en estos diferentes contextos a la Naturaleza en su estado primitivo, la prima materia de los alquimistas, y que el «retorno a la Madre» traduce una experiencia espiritual homologable a cualquier otra «proyección» fuera del Tiempo; en otros términos, a la reintegración en una situación originaria. La «disolución» en la materia prima aparece igualmente bajo el símbolo de una unión sexual, que acaba con la desaparición en el útero. En el Rosarium Philosophicum se puede leer: «Beya montó sobre Gabricus y le encerró en su matriz, de forma que no quedó visible nada de él. Le abrazó con tanto amor que le absorbió por entero en su propia naturaleza...» (Nam Beya ascendit super Gabricutn, et includit eum in suo útero, quod nil penitus videri potest de eo. Tantoque amore amplexata est Gabricum, quod ipsum totum in sui naturam concepit...)12. Este simbolismo se presta naturalmente a innumerables revalorizaciones e integraciones. El Baño María no es solamente la «matriz del tinte divino», como se ha señalado más arriba, sino que también representa la matriz de la que ha nacido Jesús. La encarnación del Señor en el adepto puede por ello comenzar desde el momento en que los ingredientes alquímicos del Baño María entran en fusión y vuelven al estado primitivo de la materia. Este fenómeno regresivo es relacionado tanto con el nacimiento como con la muerte de Cristo.
Mircea Eliade . Herreros y alquimistas .