Sin meditación no hay virtud; la virtud es un movimiento en el que no hay

conflicto de ninguna clase. Y tienen que existir esa libertad, ese sentido de amor, para poder descubrir por uno mismo si hay o no hay una realidad, si existe o no existe eso que por siglos y siglos los hombres han llamado Dios; descubrirlo, no decir: “Yo creo en Dios”, como dice el feo y corrupto político (ello le rinde beneficios). Pero la descripción no es lo descrito. Y para descubrir esa calidad intemporal, ese movimiento intemporal, tiene que haber energía y ausencia de conflicto energía inteligente y asombrosamente despierta-. Por lo tanto, la meditación no es cosa que pueda practicarse. La meditación es la manera de vivir, meditando todo el día, mirando, observando, aprendiendo, en constante movimiento. Y para observar así, tiene que haber una mente quieta, silenciosa. Los innumerables problemas de la vida, el problema económico, la injusticia social, el conflicto del hombre con el hombre, entre la mujer y el hombre, el conflicto entre grupos y las divisiones sociales, la división de las religiones... todas esas cosas tienen poco sentido. Para responder a todos esos problemas es necesaria una revolución, la revolución interna de la mente. Y la meditación, en el sentido en que la hemos descrito, es esencial para comprender esta vida extraordinariamente compleja. Somos seres humanos, no rótulos, y como seres humanos que viven en este desdichado mundo agobiado por el dolor, tenemos que comprenderlo, comprender nuestra relación con él, nuestro contacto con él. Somos el mundo, el mundo no está separado de nosotros. Las guerras que tienen lugar son nuestras guerras porque nosotros, los seres humanos, hemos contribuido a ellas. Tenemos que comprender a este observador que es uno mismo, comprendernos a nosotros mismos, no por medio del análisis. En esa observación encontrarán ustedes que el actuar es el ver. Sólo una mente así puede descubrir por sí misma si existe una realidad o no. Ella no contiene especulaciones ni teorías ni libros ni maestros ni discípulos. Y una mente semejante es una mente que conoce el éxtasis.

Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .

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