El Devachán, el mundo celeste, es una mansión de felicidad y de dicha inefable, pero
es también algo más que un reposo para el peregrino fatigado, pues allí se produce la elaboración y asimilación de cuanto tiene valor real en las experiencias adquiridas por el Pensador durante su pasada vida. Todas estas experiencias se meditan dilatadamente y se transforman de manera gradual en facultades morales y mentales, en poderes adquiridos, con los que el hombre volverá a la tierra en su próxima reencarnación.
Annie Besant . La sabiduría antigua .