La magia teúrgica es la más acabada expresión de la psicología oculta. Los científicos la
desdeñan como alucinación de cerebros calenturientos o la denigran con el estigma de charlatanería; pero nosotros les negamos el derecho de juzgar un asunto que jamás investigaron. Tanto valiera reconocerle a un indígena de las Islas Fiji el derecho de criticar las obras de Agassiz o Faraday. Todo lo más que pueden hacer los científicos es enmendar hoy su tarea de ayer. Tres mil años atrás, antes de la época de Pitágoras, afirmaban los filósofos que la luz era materia ponderable y al propio tiempo fuerza. La teoría corpuscular fue desechada a causa de los errores en que incurriera Newton al exponerla, pero en cambio aceptó el mundo científico la teoría de las ondulaciones lumínicas. Sin embargo, ahora se sorprenden los físicos al ver que Crookes pesa la luz en su radiómetro. Los pitagóricos sostenían, contrariamente a los modernos científicos, que la luz es un agente que no dimana directamente del sol ni de las estrellas. Lo mismo puede decirse respecto de la ley de gravedad. De acuerdo con las enseñanzas pitagóricas, sostenía Platón que la gravedad no era tan sólo la atracción magnética de las masas menores por las mayores, sino también la atracción de los cuerpos semejantes y la repulsión de los contrarios. A este propósito dice: “Si se ponen juntas cosas de naturaleza contraria, luchan y se repelen mutuamente” (65).
H.P. Blavatsky . Isis sin Velo. Tomo 1 .