Ni siquiera supone que este edificio de los elegidos nos transforma en un verdadero cielo

en el que habitan a la vez todos los espíritus del Señor, todos los poderes del Señor, todos los dones del Señor, todas las virtudes del Señor, de tal modo que nos convertimos en una especie de ciudadela, de fortaleza siempre armada, siempre a la defensiva, siempre preparada para vigilar por la seguridad de los habitantes y para procurarles todos las ayudas, todos los beneficios que nuestro estado de guerra nos permite esperar en este bajo mundo.

Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .

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