Cuando David escribió en el salmo ciento diez, versículo siete: las obras de sus manos
no son otra cosa más que verdad y justicia, dijo más de lo que la inteligencia ordinaria puede captar en estas palabras y no hay posibilidad de comprenderlas efectivamente nada más que con la ayuda de esta influencia efectiva, para la cual todos hemos sido hechos y que nos es tan necesaria que no podemos renovarnos sin ella. Pero, además, desde que existe, debemos lle- narnos de un ardor ilimitado para conseguir que penetre en nosotros en todo momento y que impregnemos con ella todas las obras de nuestras manos y todos los objetos de nuestras obras.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .