No nos extrañe, repito, que tenga un ojo en cada uno de sus ojos, en
cada una de sus orejas, en cada una de sus manos, en su lengua, pues es el signo de su actividad, de su vigilancia y de su penetración. Es, finalmente, la sal que. según la ley de Moisés, debe esparcir y mezclar en todos sus sacrificios.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .