Una mente quieta no busca experiencias de ninguna clase. Y si no está buscando y,
por lo tanto, se halla completamente inmóvil, sin movimiento alguno del pasado y, en consecuencia, libre de lo conocido, encontrará usted, si ha llegado hasta ahí, que existe un movimiento de lo desconocido que no es reconocible, que no puede traducirse, expresarse en palabras; descubrirá que existe un movimiento de lo inmenso. Ese movimiento es intemporal, en él no hay tiempo ni espacio; no hay nada que pueda experimentarse, nada que obtener ni alcanzar. Una mente así conoce la creación, no la «creación» del pintor, del poeta, del verbalizador, sino esa creación sin motivo, sin expresión externa. Esa creación es amor y muerte. Toda esta cosa, desde el principio hasta el fin, es el camino de la meditación. Un hombre que quiera meditar, debe conocerse a sí mismo. Sin conocerse a sí mismo, usted no puede ir lejos. Por mucho que intente llegar lejos, sólo puede llegar hasta donde se lo permite su propia proyección; y su propia proyección está muy cerca y no lo conduce a ninguna parte. La meditación es ese proceso de echar las bases instantáneamente, de inmediato, y dar origen naturalmente, sin esfuerzo alguno, al estado de quietud mental. Sólo entonces existe ahí una mente que se encuentra más allá del tiempo, de la experiencia, del conocimiento.
Jiddu Krishnamurti . El Libro de la Vida .