A medida que se desenvuelve la naturaleza intelectual, moral y espiritual del hombre y que

llega a tener conciencia del objeto de la vida, experimenta el anhelo de asegurar en su propia persona la realización de este objeto. La repetida sed de goces materiales, seguida de su completa posesión y de al inevitable laxitud que la acompaña, le hacen sentir gradualmente la naturaleza efímera y engañosa de los mejores dones de la tierra. Tantas veces se ha esforzado en el éxito y en el goce, seguidos del desengaño y del hastío, que enojado se resuelve contra cuanto la tierra puede ofrecerle, exclamando con el alma dolorida: “¿Para qué esto? Todo es vanidad y turbación. Miles y miles de veces lo poseí para sentir luego desconsuelo en la posesión misma. Estas alegrías son ilusiones semejantes a las burbujas que vagan en la superficie del agua; burbujas de colores hechiceros y tonos irisados que se deshacen al menor contacto. Estoy harto de sombras, necesito realidades; anhelante y angustioso busco lo eterno y lo verdadero; quiero libertarme de las cadenas que me sujetan y retienen prisionero en este mundo de cambiantes apariencias.”.

Annie Besant . La sabiduría antigua .

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