Una de las actividades del “sí mismo” es la codicia. Ahora bien, cuando empleamos la
palabra “codicia”, ya hemos asociado esa reacción o reflejo con un recuerdo que hemos tenido previamente de esa misma reacción. Usamos la palabra “codicia” para identificar esa sensación, para reconocerla, y en el instante en que tiene lugar tal reconocimiento, la sensación ya se ha fortalecido y es devuelta a la memoria. ¿Puede uno, entonces, mirar esa sensación, esa reacción, sin la palabra y, por lo tanto, sin el conocimiento previo de ella? ¿Puede uno mirar esa reacción sin un solo movimiento que implique el reconocimiento de la misma? ¿Puede uno, pues, observarse sin ninguna dirección, sin comparación alguna y, por consiguiente, sin ningún motivo? Eso es aprender de nuevo cada vez acerca de uno mismo. Si investigamos esto muy seriamente, descubriremos que no es cuestión de hacerlo poco a poco, primero un paso, después otro, sino de ver la verdad de ello instantáneamente, la verdad de que, cuando tiene lugar el instante del reconocimiento, uno no se está conociendo a sí mismo en absoluto. Hacer esto requiere una gran dosis de atención, y casi todos nosotros somos muy descuidados, muy perezosos. Tenemos toda clase de ideas acerca de lo que deberíamos o no deberíamos ser. Así llegamos a ello con una carga tremenda y, por lo tanto, jamás nos conocemos a nosotros mismos. Para expresarlo de manera diferente: Somos como el resto de la humanidad, y en todo el mundo la humanidad sufre, experimenta una gran desdicha, incertidumbre, dolor. En consecuencia, psicológicamente uno es como el resto de la humanidad, uno es la humanidad. Entonces surge el problema: ¿Puede eliminarse el contenido de la propia conciencia (todo el conocimiento adquirido acerca de uno mismo), que es la conciencia de la humanidad? Estamos tan condicionados por la idea de que uno mismo es un individuo psicológicamente diferente de otro lo cual no es real, no es un hecho-, que cuando decimos: “Debo conocerme a mí mismo”, estamos diciendo: “Debo conocer mi pequeña celda”. Y cuando uno investiga esa pequeña celda, ve que es nada. Pero la verdad, lo real es que uno es la humanidad, uno es el resto de la humanidad. Investigar la enorme complejidad de la mente humana es leer la historia de uno mismo. Uno es historia y, si sabe cómo leer el libro, comienza a descubrir la naturaleza de esta conciencia, que es la conciencia de todos los seres humanos.
Jiddu Krishnamurti . Encuentro Con la Vida .