No hay duda de que es para nosotros una vergüenza y una humillación tener que
recibir este bautismo corporal regenerador de la mano de una criatura espiritual, de la que estamos destinados a ser algún día maestros y jueces, ya que debemos juzgar a los ángeles y a la misma justicia (l cor. 6:3); pero ésa es la consecuencia de la inmensa transposición que se ha producido en el momento del pecado y es también una gracia de infinita magnitud la que nos hace aquí la misericordia Divina, al permitir que la mano de la criatura espiritual pueda romper nuestras cadenas, para ponernos en condiciones de recibir la vida superior y creadora, de la que estamos tan prodigiosamente alejados.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .