Haz, por tanto, que caiga en grandes gotas sobre tu hijo esta sangre de dolor;
báñalo en este mar de dolor, que es el único que puede darle el sentimiento y hacer que lo conserve. Que se quede en él más tiempo que Jonás en la ballena, más tiempo que Moisés en la montaña, más tiempo que el arco sobre las aguas del diluvio, más tiempo que los hebreos en el desierto, más tiempo que todos estos hebreos en todos sus cautiverios. Que se quede allí durante toda su vida terrestre, porque sólo de esta manera la sangre depositará en su corazón, en sus huesos, en su médula, en sus venas, en todas las fibras de su ser, el elemen- to sacerdotal de donde deben nacer para él la lanza y la espada. Que coma todos los días este pan sacerdotal y se embriague con el vino de la cólera del Señor.
Louis-Claude de Saint Martin . El Hombre Nuevo .